La juventud no es un periodo de la vida, es un estado de ánimo, un efecto de la voluntad, una cualidad de la imaginación, una intensidad emotiva, una victoria de la valentía sobre la timidez, del gusto por la aventura sobre el amor al confort.

No se hace uno viejo por haber vivido cierto número de años, se hace uno viejo porque se ha desertado de su ideal. Los años arrugan la piel, renunciar a sus ideales arruga el alma. Las preocupaciones, las dudas, los temores y las desesperanzas son los enemigos que, lentamente, nos inclinan hacia la tierra y nos convierten en polvo antes de morir.

Joven es el que se asombra y maravilla. Pregunta como el niño insaciable: ¿Y después? Desafía los acontecimientos y encuentra alegría en el juego de la vida.

Sois tan joven como vuestra fe. Tan viejo como vuestras dudas. Tan joven como la confianza que tenéis en vosotros mismos. Tan joven como vuestra esperanza. Tan viejos como vuestro abatimiento.

Permaneceréis joven mientras permanezcáis receptivos. Receptivos a lo que es bello, bueno y grande. Receptivos a los mensajes de la naturaleza, del hombre y del infinito.

Si un día, vuestro corazón estuviese a punto de ser mordido por el pesimismo y roído por el cinismo, pueda Dios tener piedad de vuestra alma de viejo.

                                                                                                               Douglas Mac Arthur, 1945